La big data se refiere a una cantidad masiva de datos disponibles en internet, de los cuales podemos obtener respuestas a través de algoritmos informáticos para la toma de decisiones. Se le reconoce en nuestro idioma por macrodatos, datos masivos, inteligencia de datos, entre otros. Estamos ante la cuarta revolución industrial, donde la economía de datos impulsan la productividad, e incluso ha sido comparado con el rol y valor del petróleo en el pasado (The Economist, 2017). Ante este panorama, los informáticos de las organizaciones interesadas en sacar provecho a las tecnologías de la información han expandido las capacidades de los dispositivos electrónicos para mejorar la productividad, reducir los costos y, por tanto, la rentabilidad. Así, los dispositivos actúan como sensores y toman datos del mundo físico, lo convierten en datos y estos son utilizables con fines académicos, comerciales, de mercadeo. Ahora algunos pueden capturar informaciones sobre su entorno, transmitir, monitorear y recibir instrucciones que comparten con otros dispositivos o máquinas localizadas en la web de forma estructurada. Estas máquinas utilizan algoritmos informáticos para analizar el entorno para tomar decisiones y/o predecir o “aprender” a reaccionar en función de los datos que reciben y, finalmente responder con la decisión de vuelta a estos dispositivos inteligentes. Imagínense epidemias como la del virus de la gripe aviar, la chikungunya o la zika. La gente de comunidades afines, afectadas por alguna de estas epidemias “guglea” buscando remedios mientras un algoritmo inteligente con fines sanitarios en un país esté alerta a palabras claves que se acumulen en los buscadores. Estos podrían predecir cuáles comunidades probablemente estén afectadas. Al advertirlo notifican instantáneamente a las autoridades para iniciar una investigación que prevenga que el brote se convierta en epidemia.