El casabe, casi perdido en la mayor parte de Cuba, es muy popular y ampliamente comercializado en la República Dominicana. También persisten los llamados corrales de pesca, una especie de trampa ampliamente descrita por los cronistas españoles en espacios indígenas, además de las formas y técnicas de colecta de las ostras o moluscos del manglar, junto a las materias primas y las formas de construcción de viviendas rurales, y la manera en que se selecciona y modifica el paisaje para ubicarlas. Es importante la permanencia de términos indígenas en la flora, fauna, geografía, y en otros muchos aspectos de la vida cotidiana, incluyendo nombres personales. Igualmente parece tener mayor relevancia la existencia de una cultura material impregnada de técnicas, formas de seleccionar, procesar y utilizar materias primas (fibras vegetales, maderas, barro, etc.) para elaborar objetos con orígenes indígenas que siguen teniendo peso en la vida cotidiana de las personas o en su defecto han comenzado a integrarse a una producción artesanal con fines más ornamentales. Otro aspecto esencial es la creencia en entes o espíritus indígenas que habitan en lugares como pozas o charcas (río Artibonito, en Bánica por ejemplo) y cuevas como la de San Juan, en Boca de Mana. En ellas los imaginarios locales perciben a los indígenas o sus legados culturales como parte de las propiedades curativas de ciertos paisajes, o dentro de un simbolismo ritual que revela de forma consciente o inconsciente su presencia en la actualidad. Las relaciones con africanos y sus descendientes también están documentadas, así como los esquemas de mestizaje, los cuales pretenden ser abordados en nuevos estudios.